jueves, 3 de diciembre de 2009

Decís perdón y un vaso termina en el fondo de sed. Ya fue, me voy, y puertas se cierran dejando caer; la sonrisa que esquiva a Carlitos que dice que hoy gana el Ciclón, le pateo cenizas al piso y me rindo frente a mi portón. 
Avanzo por la calle angosta y me llama Graciela al pasar. Le digo: Me abrigo, vos no te preocupes, si llueve no me va a importar. Voy pensando en que no hace ni un año y las cosas ya no son igual. Las disculpas no cuesta aceptarlas, me cuesta saber perdonar. 
Y vuelvo a despertar, cansado de estar tan cansado de ser. Me digo: “No hay mitad que sea tan mala como la que tenés”.
Y olvido que traigo conmigo canciones y amigos, tu alma es ahora mi estrella; el dolor ya no hace mal. 
Mirando estoy, a veces me toca el silencio total, colgado de la hoja más alta del árbol que sé imaginar. Porque hay cosas que sangran por dentro y nadie las puede notar; y me acuesto en la cama que un día la ropa te supe robar.
Si percibo en la luna esa luz eterna que reza tu nombre y convida el sabor, quiero amanecer que mañana no soy si no tuve tu ayer...

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