jueves, 31 de marzo de 2011

Roberto Fontanarrosa: Malas palabras.


No voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer. La pregunta es por qué son malas las malas palabras. ¿Quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras? ¿Son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar?
Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?
Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras --no es que haga una defensa quijotesca de las malas palabras--, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural.
Yo me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal hablado, que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba boca sucia, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir usando. Era otra época, indudablemente. Había unos primos míos que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”. Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear. Lo que era la falta de la televisión que había que caer en esos juegos ingenuos.
Ahora, yo digo, a veces nos preocupamos porque los jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me preocupa, que mi hijo las diga. Lo que me preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”. Yo creo que estas malas palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa posibilidad? Afortunadamente, ellos no nos dan bola y hablan como les parece.
Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal el color pero sé que cuantos más matices tenga, uno más se puede defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irreemplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física. No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo. Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico, realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo”–que no sé si está en el Diccionario de Dudas-- está en la letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras.
Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”. Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo de decir “caracho", que es de una debilidad y de una hipocresía… Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso.
Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irreemplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva. Lo que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar...

domingo, 13 de marzo de 2011


¿Cómo estás? La noche no te hizo mejor que a mí... No estás para hablar, no estás para un día más, no estás para pedalear, ni siquiera imaginar.
-Yo estoy bien, anoche tomé un poquitito más de lo que suelo hacer, pero es que amaneció y en el cielo sus ojos vi, apuntando directo a mí.
[Caminando entre nubes voy por veredas de algodón. Ciego y redondo estoy, el día no me avisó.]
Me pasé, la gente miraba sin entender, me decían: vos no estás bien... Es que no tengo reloj, ni monedas para volver... y ni siquiera sé donde estoy!
El sol cayó y yo que seguía tirado ahí, sin poder encontrar al par de ojos negros en cielo gris de ese ángel que al sonreír, no hay tristeza cerca de mí.

martes, 1 de marzo de 2011


Si tuviera que explicar no puedo hacerlo.
¿Valdrán las horas por mi eterna gratitud? Como la luz atravesando el horizonte; Sos la razón, llevas la fuerza y yo la cruz.
Es que sin vos a mi canción le falta el alma, hoy deje una vida por sentir tu voz.
Veo en tus ojos y me cargo de energía, la banda estalla, no me va a dejar caer. Y la ciudad que nunca entiende nada de eso: cuando se siente no hace falta entender.